Octubre: santos Crisanto y Daría
El culto a estos esposos mártires de la Roma del siglo III data de antiguo, probando su existencia y muerte por el Evangelio; sin embargo, la hagiografía de los siglos posteriores mezcla la historia y la leyenda.
Según los relatos más extendidos, Crisanto era hijo del patricio Polemio, estimado por el emperador Numeriano. Originarios de Alejandría, se habrían establecido en Roma, donde Crisanto conoció el cristianismo y fue instruido por el presbítero Carpóforo, de manos del cual también recibió el bautismo. Su conversión le llevó a un giro de vida según el Evangelio, y se apasionó por la lectura de los textos sagrados a la par que desdeñaba las costumbres paganas. Esto fue notado rápidamente por los suyos y le valió el desprecio de muchos, entre ellos su propio padre, Polemio, que lo encerró en un calabozo. Crisanto nunca renegó de su fe. Por este motivo, su padre buscó corromperlo con la tentación de la lujuria, tratando de que se encontrase con varias mujeres. Le propuso además desposar a Daría, una sacerdotisa consagrada al culto de una diosa. Sin embargo, ella no indujo al pecado al Crisanto, sino que él, a instancias de su padre, logró la conversión de Daría.
Habiendo contraído matrimonio, ambos acordaron guardar la virginidad en el matrimonio. Su fecundo apostolado, rico en obras de caridad para con los pobres y los cristianos perseguidos, hizo que muchos en Roma también se viesen atraídos por el Evangelio y se convirtiesen al cristianismo. Por este motivo fueron denunciados ante el tribuno Claudio, que, habiéndolos arrestado, trató de obligar a Crisanto a ofrecer sacrificios a los dioses romanos mientras enviaba a Daría a un lupanar, donde su integridad habría sido defendida por un león huido del circo. Después de soportar diversos tormentos, los esposos habrían tenido que comparecer ante el propio emperador, del que recibieron una sentencia a muerte.
El martirologio romano recuerda a los esposos romanos Crisanto y Daría el 25 de octubre.
Martirizados en el año 284, se dice que fueron apedreados y después enterrados vivos en una antigua mina de arena de la Via Salaria Nova. Sobre este lugar tenemos constancia de que se levantó un santuario.
Además, cuando un grupo de cristianos se reunieron junto a su sepulcro para orar, fueron sorprendidos por los soldados del emperador, que tapiaron la mina con rocas y tierra para hacerles morir; entre ellos, el presbítero Diodoro, el diácono Mariano y sus compañeros mártires.
En el siglo IX, las reliquias de san Crisanto y santa Daría fueron trasladadas a Prüm, en Prusia, y poco después, a la localidad renana de Bad Münstereifel, donde se conservan actualmente. Sabemos además que el san Dámaso, papa durante los años 366 a 384, escribió un epitafio en mármol para el sepulcro de los mártires.
Su valentía en tiempos de persecución supone un ejemplo muy actual de fidelidad hasta el final a la fe en Jesús.