Noviembre: santa Isabel de Hungría
Reina, terciaria franciscana, esposa, joven y madre, santa Isabel de Hungría tuvo una vida breve pero intensa. Nacida en 1207 en Presburgo (Bratislava) del matrimonio de los reyes Andrés II de Hungría y Gertrudis de Merania, fue prometida a la edad de 14 años a Luis IV, hijo de Hermann de Turingia y posteriormente también landgrave del mismo estado (nombre de un título nobiliario vigente en el Sacro Imperio Romano Germánico).
Sabemos que fue un matrimonio feliz, lleno de amor mutuo. Luis tomó como lema “Piedad, pureza, justicia” e Isabel era conocida por quienes le rodeaban como una muchacha hermosa, elegante, modesta, bondadosa y piadosa. Se dice de ella que descubrió el sentido profundo del sacramento del matrimonio comprendiendo la necesidad de poner a Dios primero, de manera que el amor conyugal se nutra de Cristo y manifieste a Cristo.
La enorme caridad de Isabel, que durante una hambruna en 1225 llegó a quedarse sin bienes propios e incluso sin grano tras repartir cuanto poseía entre los más necesitados, fue decididamente respaldada por su esposo. Luis también la defendió ante las críticas de quienes la acusaban de depilfarrar las riquezas del matrimonio, respondiendo: "sus liberalidades atraerán sobre nosotros la misericordia divina. Nada nos faltará mientras le permitamos socorrer así a los pobres". Isabel dedicaba largos ratos a la oración, con el beneplácito de su esposo. A los pies de la montaña sobre la que se alzaba el castillo de Wartburgo hizo construir un hospital con 28 camas, y visitaba diariamente a los necesitados para atenderlos.
Tuvieron tres hijos: Herman, Sofía y Gertrudis. Esta última, reconocida como beata desde 1311, llegó a ser religiosa premostratense en Altenberg con una vida ascética y llena de caridad, al igual que sus padres. Luis, reconocido en el culto popular, murió en Otranto víctima de la peste mientras se dirigía a la Sexta Cruzada, apenas unas semanas antes del nacimiento de su tercera hija, tras solo seis años de matrimonio con Isabel.
Así, Isabel de Hungría enviudó muy pronto, y su vida se tornó más austera. A pesar del enorme dolor que le supuso la pérdida de su esposo, continuó educando a sus hijos en la piedad y dedicando sus bienes a los pobres, construyendo hospitales donde atendía personalmente a los enfermos y ancianos, y alimentando a diario a cientos de pobres en su propio castillo. Tras la muerte de Luis, los padecimientos se multiplicaron, y los datos históricos se mezclan con la leyenda. No faltó quien quisiese apoderarse del gobierno o quien intentase poseer a Isabel, que había prometido no casarse nuevamente. Habiendo sido trasladados los restos mortales de su esposo a tierras alemanas en 1228, su cuerpo fue sepultado en la iglesia abacial de Reinhardsbrunn. Durante el Viernes Santo de ese mismo año, Isabel renunció al mundo en la iglesia de los franciscanos de Eisenach, tomando después el hábito de la Tercera Orden de San Francisco y abrazando la pobreza.
Isabel de Hungría falleció el 17 de noviembre de 1231, meses antes de cumplir 24 años, tras una vida tan intensa como entregada que fue reconocida por sus propios contemporáneos. Canonizada pocos años después de su muerte por Gregorio IX en una ceremonia en la que estaba presente el propio emperador Federico II, santa Isabel de Hungría se convirtió en un símbolo de caridad cristiana en toda Europa, ejemplo de esposa y madre, y su culto se popularizó por todo el mundo gracias a los numerosos milagros atribuidos a su intercesión.