Diciembre: santa Gorgonia
Santa Gorgonia nació en Nacianzo, Capadocia, a inicios del siglo IV, primogénita de san Gregorio Nacianceno el Viejo, que sería elegido como obispo de la ciudad, y de santa Nona. Era este un matrimonio célebre por su fe y su caridad, que también fueron padres de san Gregorio Nacianceno el Teólogo y de san Cesáreo. Gorgonia, que era la mayor, creció así en un hogar profundamente cristiano, donde la oración, la generosidad y la atención a los pobres marcaban el clima cotidiano. El martirologio romano la recuerda como “madre de familia”, subrayando desde el principio su vocación laical vivida en el matrimonio y en la maternidad.
Siendo joven, fue dada en matrimonio a Alipio, hombre notable de su región (las fuentes mencionan Iconio o Pisidia), a quien con el tiempo condujo a una fe más plena y a una vida coherente con el Evangelio. Gorgonia asumió su hogar como el lugar propio de su respuesta a la llamada de Dios: organizaba la vida familiar en torno a la oración y a la práctica de la misericordia con los más necesitados. Fruto de su matrimonio fueron varios hijos: las tradiciones convergen en que tuvo al menos tres, a quienes educó cuidadosamente en la doctrina cristiana y en la sensibilidad hacia los pobres.
Como esposa, Gorgonia aparece en los testimonios antiguos –sobre todo en el panegírico pronunciado por su hermano Gregorio– como modelo de fidelidad, discreción y prudencia en la vida conyugal, no buscando destacar en la vida pública, sino sosteniendo silenciosamente a su marido e hijos. El mismo Gregorio la presenta como ejemplo de equilibrio entre las tareas domésticas y la apertura al prójimo, capaz de convertir su casa en un lugar de acogida y reconciliación. En ella se alaba una forma de santidad encarnada en las responsabilidades ordinarias del matrimonio, sin separación entre piedad y vida familiar. Varias fuentes insisten en que algunos de sus hijos abrazaron una dedicación especial a Dios. En palabras de los hagiógrafos posteriores, educó a sus hijos “en la amonestación y enseñanza del Señor”, haciendo de la transmisión de la fe el núcleo de su tarea materna. Como era costumbre entonces, se habría bautizado ya en la edad adulta, junto a su esposo e hijos.
Las fuentes destacan también su caridad hacia los pobres y enfermos, a quienes socorría con sus bienes y su cercanía. Es recordada como intercesora de quienes sufren enfermedades corporales, a partir de relatos de curaciones vinculadas a su vida y a su tumba. La tradición narra al menos dos sanaciones prodigiosas de las que ella misma fue objeto, interpretadas como confirmación de su confianza radical en Dios en medio del sufrimiento. Durante la primera, que sufrió como consecuencia de una de una seria caída, Gorgonia no permitió que la asistiese ningún médico. De la segunda enfermedad quedó curada al recibir la comunión. El hermano de la santa cuenta que, en cierta ocasión en que se hallaba enferma, Gorgonia fue a la iglesia durante la noche:
Mi hermana Gorgonia era afligida de una enfermedad mortal, y los hombres versados en el arte de curar no tenían ya esperanzas. Entonces esta hermana muy amada se levanta a media noche y se dirige a la iglesia; allí postrada ante el tabernáculo donde descansa Nuestro Señor Jesucristo por amor a nosotros le representa sus bondades, sus beneficios y los prodigios de su caridad: «En otro tiempo -le decía- una pobre mujer atormentada por cruel enfermedad, toca la orla de vuestro manto y al instante queda curada. Y qué, mi amado Jesús, ¿se habrá disminuido vuestro poder? ¿Vuestro Cuerpo todo tendría menos eficacia que la orla de vuestro vestido? ¿Vos que quisisteis enterneceros a la voz de la pobre cananea, Jesús mío, seríais insensible a mi súplica? ¿Vuestra bondad, vuestra ternura tan compasiva, no se moverá ya a curar a los enfermos? ¿Tendrá acaso límites la infinidad de vuestro poder, bondad y amor? Heme aquí postrada a los pies de vuestra inagotable misericordia, en presencia de este tabernáculo en donde habéis establecido vuestra morada en el exceso de vuestro amor a los hijos de los hombres. Pues bien: hago voto de no levantarme de aquí sin que me hayáis curado». Terminada esta súplica, en la cual no se sabe que admirar más, si su fe tan viva o su encendido amor, Gorgonia se levanta: su petición había sido oída y estaba curada.
Gorgonia murió en torno al año 370, en plena madurez, y fue sepultada con gran veneración por parte del pueblo cristiano de Nacianzo. En su funeral, su hermano Gregorio (el muy conocido san Gregorio Nacianceno) pronunció una célebre oración en la que la presentó como modelo de esposa y madre cristiana, paradigma de santidad laical femenina para su tiempo. Su memoria se celebra en Oriente el 23 de febrero y, en muchas tradiciones latinas, el 9 de diciembre, lo que refleja una antigua y extendida veneración. Hoy, santa Gorgonia de Nacianzo es propuesta de modo particular como intercesora de los matrimonios y de las familias que desean vivir la fe en la vida ordinaria.