Agosto: santa Jeanne de Chantal
Jeanne-Françoise Frémyot, baronesa de Chantal, nació en Dijon el 23 de enero de 1572, poco después de haber finalizado el Concilio de Trento y en una época llena de desafíos para la Iglesia universal y de grandes santos que harían florecer la espiritualidad en los países católicos. Fue hija de Bénigne Frémyot, abogado, consejero de cuentas y más tarde presidente del Parlamento de Borgoña, y de su esposa Marguerite de Berbisey, que también pertenecía a una gran familia de parlamentarios de Dijon. Quedó huérfana de madre con apenas año y medio, pues Marguerite falleció al alumbrar a su hijo André (que llegaría a ser arzobispo de Bourges), y recibió la educación propia de la nobleza de toga de su tiempo, bajo la responsabilidad de su padre y de familiares cercanos como su tía materna.
En 1593, cuando contaba con 21 años de edad, contrae matrimonio con Christophe de Rabutin, barón de Chantal, que tenía 27 años. Durante los 7 años que duró el matrimonio, nacieron seis hijos, de los cuales dos murieron en la infancia. A la edad adulta llegarían un varón y tres mujeres. La vida doméstica fue armoniosa, cumpliendo ambos sus obligaciones familiares y compaginando la atención y educación de los hijos con la gestión y administración del patrimonio y la casa, especialmente durante la ausencia de Christophe, que un par de años después de la boda y tras la batalla de Fontaine-Française, fue nombrado gentilhombre ordinario de la Cámara del rey. Sin embargo, poco después el barón de Chantal abandonó la corte y se retiró a Bourbilly, en la residencia campestre de la familia, donde parecía que la familia disfrutaría de una serena convivencia del matrimonio y su prole. Pero un trágico accidente de caza acaba en 1601 con la vida del esposo de Jeanne que, tras tras la agonía agudizada por una negligencia médica, murió.
Al luto y la viudez se suman las tensiones que, desde otoño de 1602, vive la baronesa de Chantal y sus hijos pequeños que, tutelados por la familia de su marido, deben desplazarse al castillo de Monthelon. Esta situación se prolonga durante varios años en los que Jeanne tuvo que lidiar con el trato humillante de su suegro. Pero en 1604 atisba un rayo de esperanza al conocer a san Francisco de Sales, que había predicado en Dijon, su ciudad natal, y al que toma como director espiritual. Poco a poco, Dios va despojándole de las dificultades y obligaciones que le impedían retirarse: su hija Charlotte muere a comienzos de 1610, un año después de que su otra hija, Marie-Aimée contrajese matrimonio con el barón de Thorens, y su hijo Celse-Bénigne inicia su carrera en la Corte; resta bajo su mando únicamente su hija Françoise, que seria la primera pensionista de la nueva congregación fundada por su madre.
Y es que, creciendo en sabiduría y en auténtica santidad, Jeanne-Françoise inicia un camino de consagración personal que culmina, junto con su director espiritual, en la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María en la localidad de Annecy en el año 1610. Este nuevo instituto religioso quiso responder a necesidades concretas: acoger a mujeres que por razones de salud o de edad no podían afrontar la austeridad de otras órdenes y ofrecer una forma de vida consagrada que, en un espíritu hermano al de las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl, respondiera a la situación de tantas mujeres de la época. Inicialmente se buscó la atención de enfermos, pobres y presos, así como otros apostolados a los que hubieron de renunciar guiados por la autoridad eclesiástica para establecer una vida de claustro.
Cuando Jeanne decidió dedicar su vida por entero a Dios en la consagración, repartió sus preciados bienes y pertenencias, renunciando a la vida nobiliaria. Comenzó así una vida de humildad, no legando más exhortaciones e instrucciones que aquellas que sus allegadas recogerían por escrito posteriormente. Sí conservamos muchas de sus cartas, que permiten conocer un alma profundamente espiritual y entregada a Dios. Pudo así, huyendo del reconocimiento y la fama, contribuir de forma decisiva en la organización y expansión de la nueva congregación, estableciendo más de ochenta casas durante su vida: se abrieron comunidades en Lyon (1615), Moulins (1616), Grenoble (1618) y otras ciudades como Montferrand, Nevers, Orléans o Dijon, su ciudad natal; ella asumió responsabilidades de gobierno y supervisión de fundaciones, en particular tras la muerte de Francisco de Sales en 1622. El 23 de abril de 1618, por acta de Pablo V, la Visitación fue formalmente erigida como Orden religiosa con clausura permanente y votos solemnes, algo que sin embargo no representó para estas primeras consagradas un sacrificio, tal y como atestigua la propia Jeanne de Chantal:
“De repente nos encontramos del todo cambiadas, y con un deseo de clausura conforme a la resolución adoptada por nuestro Bienaventurado Padre”
Mientras tanto, fue sometida a duras pruebas también fuera del claustro: su yerno fallece en mayo de 1617, y pocos meses después le sigue su hija Marie-Aimée en un parto. Una década después murió también su hijo Celse-Bénigne, caído en combate; se había desposado con Marie de Coulanges, y le sobreviviría su hija, que con el tiempo llegaría a ser la célebre marquesa de Sévigné.
Durante esas décadas de actividad, ocupó cargos de responsabilidad y tuvo que coordinar aspectos administrativos, formativos y de disciplina religiosa en un contexto de críticas y dificultades externas en algunas fundaciones. Esto no le impidió en ningún momento ahondar en la contemplación, con una intensa vida de oración. San Francisco de sales había hecho editar las Constituciones de la Orden de la Visitación, pero también había dejado numerosas notas referentes al Directorio espiritual; de ellas se sirvió Jeanne, como custodia e intérprete de la tradición salesiana, para desarrollar las respuestas que la naciente orden necesitaba. Aunque la mayoría de correspondencia de la santa se ha perdido, especialmente el valioso intercambio epistolar con su director espiritual, unas 3000 todavía se conservan, encontrando en ellas valiosos consejos que nacen de su discernimiento y profunda vida interior.
TIene 69 años cuando, el 11 de mayo de 1641, abandona su cargo de superiora en el primer monasterio de Annecy. Sin embargo, aun con las fatigas y las duras pruebas de la muerte de sus allegados, no puede descansar. Es llamada por la duquesa de Montmorency al monasterio de Moulins, donde la noble tomará el hábito de la Visitación; también la reina Ana de Austria le hace ir a Saint-Germaine en Laye. Hasta el último día es solicitada en esta obra que no es suya, sino de Dios mismo. El 8 de diciembre de 1641 enferma gravemente, precisando reposo. Solo unos días después, el 13 de diciembre, fallece en Moulins, tras largos años dedicados a la consolidación de la Orden de la Visitación y al gobierno de varias comunidades. Había establecido entonces 87 monasterios.
El registro de su genealogía y las actas hagiográficas vinculadas a ella atestiguan la fecundidad de su vida y la doble dimensión (familiar y eclesial) que caracterizó el hogar de la baronesa. Su proceso de beatificación y canonización se desarrolló en el siglo XVIII; fue declarada santa en 1767, tras el reconocimiento de su vida y de la expansión de la congregación que ella contribuyó a fundar.