Septiembre: los Ulma, una beata familia de mártires
El pasado 10 de septiembre, el pequeño pueblo polaco de Markowa acogía la Santa Misa de beatificación de la heroica familia Ulma, martirizada durante la II Guerra Mundial tras acoger en su casa a una familia judía para ocultarlos de la persecución del ejército alemán. Murieron el 24 de marzo de 1944, no solo el matrimonio de Józef y Wiktoria, sino también sus 7 hijos: Stanisława, de 8 años; Barbara, de 7; Władysław, de 6 años; Franciszek, de 4; los pequeños Antoni, de 3 y Maria de apenas 2 años de edad, además de un bebé no nacido. El parto de su madre, Wiktoria, era inminente en el momento en que fueron descubiertos, torturados y asesinados a la vista de sus vecinos, con el fin de servir de atemorizar a quien, como ellos, ayudasen a los fugitivos judíos. Se sabe, sin embargo, que la fe inamovible de la familia Ulma aumentó el coraje de sus vecinos, que hasta el final de la contienda escondieron a al menos 21 judíos polacos que lograron sobrevivir en el pueblo durante la ocupación de Polonia por parte de los nazis.
Józef Ulma, que tenía 44 años en el momento de su martirio, era agricultor y apicultor de gran ingenio y creatividad. Amante de los libros, construyó en su casa una encuadernadora y un parque eólico, gracias a lo cual fue el primero en el pueblo en iluminar su casa con electricidad en lugar de con lámparas de queroseno. Apasionado de la fotografía, documentaba con sus registros la vida cotidiana de los habitantes de Markowa. Miembro activo de la Asociación de Jóvenes Católicos local, se desempeñó también como bibliotecario y presidente del Comité de Educación Agrícola de la Junta Distrital.
Wiktoria, cuyo apellido de soltera era Niemczak, tenía 12 años menos. Huérfana de madre desde los 6 años, estudió en la escuela secundaria popular, actuó en el teatro del pueblo y asistió a cursos organizados por la Universidad Popular de Gać. Tras su matrimonio, se convirtió en una ejemplar ama de casa y madre dedicada. Gracias al esfuerzo de ambos, lograron hacerse con una granja de 5 hectáreas en Wojsławice, cerca de Sokal (actualmente Ucrania), y planeaban una nueva mudanza junto con el nacimiento de su séptimo hijo al momento de su muerte.
Sin embargo, en 1942 se habían agudizado las deportaciones de los judíos de Makowa y otras áreas hacia el campo de trabajos forzados de Pełkinie y luego al campo de exterminio de Bełżec, como parte de la «solución final de la cuestión judía». Así denominaban los nazis al plan genocida para exterminar a la población judía; de hecho, alrededor 6 millones de judíos europeos murieron en campos de exterminio durante esos años. En 1941 el régimen nazi había decretado en Polonia la pena de muerte para quienes ayudasen a los judíos, razón por la cual fueron asesinados alrededor de mil polacos.
En Markowa sobrevivieron aquellos que lograron esconderse en casa de sus vecinos campesinos polacos; en el ático de los Ulma se ocultó la familia Szall, procedente de Łańcut (el matrimonio y sus cuatro hijos), así como las dos hijas de otro matrimonio. Para no serles gravosos, los refugiados colaboraban en algunas tareas de la familia.
La familia Ulma fue denunciada por el policía que se había apoderado de la casa de la familia Szall. Acompañado de una patrulla, irrumpió en el hogar familiar en la madrugada del 24 de marzo de 1944, capturando a los ocho judíos y disparándoles en la cabeza hasta su muerte. A continuación, los gendarmes habrían asesinado a Józef y a su esposa embarazada en el exterior de la casa, para que lo público de su ejecución sirviese como disuasión para los vecinos que escondían o pensaban en ocultar judíos. Los niños comenzaron a gritar, y en pocos minutos fueron asesinados también por las armas de los nazis.
Fueron enterrados allí mismo, y exhumados apenas un año después; fue entonces cuando se descubrió que el séptimo hijo del matrimonio casi había llegado a nacer.
Józef y Wiktoria Ulma son reconocidos como Justos de las Naciones por el Estado de Israel. Su proceso de beatificación comenzó en 2003 en la diócesis de Przemyśl y culminó el pasado domingo 10, un evento histórico por aunar la beatificación de toda una familia y también por reconocer el martirio de un nonato.