Habemus Papam: León XIV

Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!

Con estas significativas e históricas palabras (“Os anuncio una gran noticia: ¡tenemos Papa!”) anunciaba el Cardenal Protodiácono Dominique Mamberti en la tarde de ayer, 8 de mayo de 2025, la esperada resolución del Cónclave, que ha elegido al 267º pontífice y obispo de Roma. Se trata del cardenal Robert Francis Prevost, que ha elegido el nombre de León XIV.

 

Reseña biográfica de León XIV

El nuevo pontífice, de 69 años de edad, proviene del continente americano; en concreto, de Estados Unidos. Nacido en Chicago (Illinois) el 14 de septiembre de 1955, tiene raíces europeas y dos hermanos. Primer papa agustino, ingresó en el Seminario Menor de los Padres Agustinos y después en la Universidad de Villanova, Pennsylvania, donde se licenció en Matemáticas; también estudiaría Filosofía en 1977. El 1 de septiembre de ese mismo año se produjo su ingreso en el noviciado de la Orden de San Agustín de Saint Louis, en la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo de Chicago, realizando su profesión el año siguiente. El 29 de agosto de 1981 emite los votos solemnes como agustino.

Recibe su formación en la Catholic Theological Union de la misma ciudad, obteniendo su Licenciatura en Teología, y con apenas 27 años es enviado por sus superiores a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino. Es precisamente en la Ciudad Eterna donde será ordenado sacerdote el 19 de junio de 1982 en el Colegio Agustiniano de Santa Mónica por monseñor Jean Jadot, pro-presidente del Pontificio Consejo para los No Cristianos (actualmente denominado Dicasterio para el Diálogo Interreligioso)

En 1985, mientras prepara su tesis doctoral, es enviado a la misión agustiniana de Chulucanas, en la provincia peruana de Piura. En 1987 defenderá su tesis doctoral, y será nombrado Director de Vocaciones y de Misiones de la Provincia Agustiniana «Madre del Buen Consejo» en Olympia Fields, Illinois, en su tierra natal. Apenas un año después se incorpora a la misión de Trujillo, también en Perú, como director del proyecto de formación común para los aspirantes agustinos de los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac.

Durante los siguientes 11 años se desempeñará como prior de la comunidad (1988-1992), director de formación (1988-1998) y profesor de profesos (1992-1998) y, en la Archidiócesis de Trujillo, servirá como vicario judicial (1989-1998) y profesor de Derecho Canónico, Patrística y Moral en el Seminario Mayor «San Carlos y San Marcelo». Paralelamente, se le confía la atención pastoral de Nuestra Señora Madre de la Iglesia, y la administración de la parroquia Nuestra Señora de Monserrat.

En el año 1999 es elegido Prior Provincial de la Provincia Agustiniana “Madre del Buen Consejo” de Chicago, y dos años y medio después, en el Capítulo General Ordinario de la Orden de San Agustín, sus hermanos le eligieron Prior General de la orden, confirmándole en 2007 para un segundo mandato. En octubre de 2013 regresa a Chicago, donde sirve como director de Formación del Convento de San Agustín, primer consejero y vicario provincial.

El 3 de noviembre de 2014, el Papa Francisco lo nombra administrador apostólico de la diócesis peruana de Chiclayo; ordenado obispo el 12 de diciembre por el nuncio apostólico, James Patrick Green, en la catedral de Santa María. Asume entonces el lema episcopal «In Illo uno unum», palabras que San Agustín pronuncia en un sermón sobre el salmo 127 para explicar que «aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno». Un año después, es nombrado obispo de Chiclayo, y en 2018 será elegido como vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Peruana, siendo también miembro del Consejo Económico y presidente de la Comisión de Cultura y Educación.

El Papa Francisco lo llama a formar parte de la Congregación para el Clero en 2019, y al año siguiente será contado entre los miembros de la Congregación para los Obispos. Además, en abril de 2020 será nombrado también administrador de la Diócesis del Callao en Perú. En enero de 2023, el Santo Padre nombra a Prevost prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Ya como arzobispo, el 30 de septiembre de ese año es nombrado cardenal, asignándole el diaconado de Santa Mónica, del que tomó posesión el 28 de enero de 2024.

Al frente del Dicasterio para los Obispos, participó en los últimos viajes apostólicos del Papa Francisco, y en las dos primeras sesiones de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad de los pasados años. Apenas el 6 de febrero del presente año fue promovido, dentro del cardenalato, al orden de los obispos, obteniendo el título de la Iglesia Suburbicaria de Albano.

Primeras palabras y bendición «Urbi et Orbi»

Pasadas las siete de la tarde en la Ciudad Eterna, el nuevo Papa León XIV, precedido por la Cruz, se asomó desde el balcón de la loggia de las Bendiciones de la basílica de San Pedro para saludar por primera vez a la multitud congregada en la plaza e impartir su primera Bendición Apostólica «Urbi et Orbi». Antes, dirigió estas sentidas palabras a los fieles:

¡La Paz esté con todos ustedes!

Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, alcanzara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!

Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco que bendecía a Roma. El Papa que bendecía a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana de Pascua. Permítanme continuar con esa misma bendición: Dios nos quiere, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al papa Francisco!

Quiero dar las gracias también a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes, como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.

Soy hijo de san Agustín, agustiniano, que dijo: «Con vosotros soy cristiano, y, para ustedes, obispo». En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.

¡Un saludo especial a la Iglesia de Roma! Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, el diálogo, siempre abierta a acoger como esta plaza con los brazos abiertos. A todos, a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor.

Y si me permiten también, una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.

A todos ustedes, hermanos y hermanas de Roma, de Italia, de todo el mundo, queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercana especialmente a los que sufren.

Hoy es el día de la Súplica a la Virgen de Pompeya. Nuestra Madre María siempre quiere caminar con nosotros, estar cercana, ayudarnos con su intercesión y su amor. Por eso, quisiera rezar con ustedes. Recemos juntos por esta nueva misión, por toda la Iglesia, por la paz en el mundo y pidamos esta gracia especial a María, nuestra Madre: Ave María...

 
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