Junio: siervos de Dios Eugenio Balmori y Marina Cinta

El compromiso ejemplar de los laicos mexicanos Eugenio Balmori Martínez y Marina Francisca Cinta Sarrelangue en favor de la evangelización, incluso en momentos sociales críticos, sigue dando frutos hoy en la Iglesia mexicana.

Eugenio, nacido en San Luis de Potosí el 7 de julio de 1900, fue el mayor de 11 hermanos. Estudió en el agustino Colegio de Artes y Oficios de la localidad, aunque pronto obtuvo un empleo en la compañía petrolera Pemex. Desde su juventud, Eugenio colaboraba asiduamente con la parroquia en diversos apostolados.

Ferviente defensor de la libertad religiosa, durante los años de la Guerra Cristera se dedicó con gran coraje a labores pastorales como la visita a sacerdotes y catequistas escondidos, la distribución de la Eucaristía a enfermos y encarcelados, y la formación religiosa. Al mismo tiempo, propagó la prensa católica, escribiendo él mismo sobre asuntos políticos y socioeconómicos en virtud de la libre profesión de la fe; también colaboró en la publicación de estudios bíblicos y cuadernillos de catequesis con el fin de hacer llegar la formación católica al mayor número de personas posible. Habiendo formado parte de las misiones populares que buscaban avivar la fe en medio del sangriento conflicto, Eugenio fue enviado por la compañía petrolera a Coatzacoalcos, en el estado de Veracruz. También allí se integró en las dinámicas de evangelización de las comunidades católicas, aun con los templos cerrados. De hecho, logró movilizar a un grupo de laicos que logró la devolución del templo de San José de Puerto México (nombre que tenía lo que hoy es Coatzacoalcos).

Es precisamente allí donde conoce a Marina Francisca, que también era catequista. Ella, nacida en Acayucán (Veracruz) el 9 de marzo de 1901, había estudiado en el Colegio San Antonio, regentado por las monjas guadalupanas en Tacuba. Habiendo regresado a su ciudad, se dedicó a enseñar corte y costura a varias niñas. No mucho después, su familia se traslada a Coatzacoalcos, donde conocerá a Eugenio.

Ambos contraen matrimonio en el 11 de noviembre de 1937. Al año siguiente, la expropiación petrolera deja a Eugenio sin trabajo, por lo que el matrimonio se traslada a la capital de México. Allí nacen sus tres primeros hijos y también allí colaboran en la construcción de la iglesia de San Juan Evangelista de Mixcoac. De vuelta a Coatzacoalcos nacen su cuarto y quinto hijos. A menos de un mes del nacimiento de la más pequeña, el 12 de mayo de 1946 Eugenio sufre un accidente de coche, a consecuencia del cual, tras intensos padecimientos, fallecerá dos días después. Fue enterrado en la iglesia que hoy se ha convertido en catedral de la Diócesis de Coatzacoalcos.

Marina, viuda y a cargo de 5 hijos, logró no desfallecer: comenzó a trabajar en una fábrica para mantener a los niños sin descuidar su educación humana, logrando con gran esfuerzo becas para ellos en escuelas católicas. De profunda piedad y asidua a la celebración de la Misa, tuvo además experiencias místicas, y plasmaba en su diario y escritos su profunda relación con Jesús. Abría su casa a los pobres, ayudándoles material y espiritualmente, y colaboraba con asociaciones pías de la parroquia de San Juan. En 1970 pudo asistir en Roma a la ordenación sacerdotal de su cuarto hijo, Roberto Octavio, que había ingresado en la Congregación de los Misioneros de San José; el Papa san Juan Pablo II lo nombró obispo de Ciudad Valles en 2002, diócesis de la cual fue pastor durante 18 años.

Marina falleció el 29 de septiembre de 1988, y fue sepultada en la cripta de la iglesia de Santa Mónica en Ciudad de México.

El proceso diocesano sobre las virtudes de Eugenio fue abierto en 1997, y el de su esposa Marina, un año después.



Fotografía: https://www.facebook.com/CausasEugenioyMarina/

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