Mayo: santa Juana de Lestonnac
Santa Juana de Lestonnac, nacida en Burdeos el año 1566, vivió su infancia en un hogar distinguido, pero también dividido religiosamente: su padre, Ricardo de Lestonnac, era un católico devoto, aun en el contexto de florecimiento del calvinismo en Burdeos; pero su madre, Juana Eyquem de Montaigne, era calvinista. Los esfuerzos que hizo para alejar a su hija primogénita fueron infructuosos, y mientras más mantenía Juana su fe católica, más duramente era tratada por su madre. En esta tensión, se apoyó en su padre y en su tío materno, Michel de Montaigne, filósofo de renombre; él, al contrario que su hermana, no había renegado de su religión. El corazón de Juana se fue fortaleciendo progresivamente en la oración y la mortificación durante estos años de su infancia y juventud.
Cuando tenía 17 años contrajo matrimonio con su pretendiente Gaston de Montferrant, un joven barón que estaba emparentado con las casas reales de Francia, Aragón y Navarra. El matrimonio fue feliz, y engendraron 8 hijos de los cuales 3 fallecieron a muy temprana edad. La familia administró sus bienes con sabiduría y compasión, educando a los hijos en la fe y sirviendo de ejemplo con su caridad; Juana estaba dedicada completamente a su familia.
Sin embargo, en 1597 falleció su esposo Gaston. Juana tenía entonces 41 años. Tras 24 años de matrimonio con Gaston, la viuda se dedicó entonces al cuidado de sus hijos, con un gran deseo de ingresar a la vida religiosa. Su hijo Francisco, que por entonces ya había fundado su propio hogar, sin embargo se opuso enérgicamente. Sus dos hijas se consagrarían como religiosas. Ella entonces, decidida, abandonó el hogar a los 47 años, cuando ya todos los hijos se bastaban por sí mismos, para ingresar al monasterio cisterciense de Toulouse.
Tras seis meses en el noviciado, su salud se deterioró y, ante la previsión de que no soportaría la estricta vida monástica, le conminaron a abandonar el convento. En esta profunda crisis fue creciendo en ella la llamada de Dios a fundar una nueva orden. De hecho, poco después de abandonar el monasterio recuperó la salud y, habiendo regresado a Burdeos, se trasladó a Périgord, donde reunió a varias jóvenes con inquietudes similares que, un par de años después, iniciarían con ella la obra que estaba por fundar. Así, durante la peste que asoló Burdeos, Juana de Lestonnac y el grupo de mujeres que habían formado, se dedicaron a cuidar de los enfermos. Durante ese tiempo, Juana conoció a dos jesuitas, que le hicieron tomar conciencia de la necesidad de ofrecer una firme educación católica a las jóvenes de toda condición, especialmente en el contexto de confusión religiosa que se vivía. Esta semilla de la fundación de la obra germinó enseguida: en los albores del siglo XVII funda Juana, que será su primera superiora, la Compañía de María, afiliada a la Orden de San Benito, aunque basada fundamentalmente en la espiritualidad de San Ignacio de Loyola.
El papa Pablo V aprueba la primera comunidad de la Compañía de María de Nuestra Señora en 1607. Reciben al año siguiente el hábito Juana y sus compañeras de mano del arzobispo de Burdeos, y muy pronto comienzan a acudir candidatas al noviciado que eran instruidas para formar a jóvenes de toda clase social. Las fundaciones de escuelas fueron numerosas y rápidas, con hermanas viviendo virtuosamente su misión, compaginando la contemplación y la educación de las muchachas.
Sin embargo, una serie de calumnias llevaron a la destitución de Juana, cuya sustituta la maltrató de diversos modos. La perseverancia y la paciencia en el sufrimiento que vivió durante este tiempo llegaron a conmover el corazón de esta monja, que quiso reparar el mal. Sin embargo, Juana se sentía ya cansada, por lo que designó a otra monja al frente de la orden.
En 1640, cuando había ya 30 casas establecidas en Francia, Juana fallece. A su intercesión se atribuyeron durante los siguientes años numerosos milagros, aunque el proceso de beatificación quedó interrumpido por el estallido de la Revolución Francesa en 1789. De hecho, hasta inicios del siglo XIX no se logró recuperar el cuerpo, al que finalmente se le dio solemne sepultura en Burdeos. Beatificada por León XIII en 1900 y canonizada el 15 de mayo de 1949 por Pío XII, su vida es testimonio de la generosidad de una entrega matrimonial, maternal y religiosa en aras de responder a la llamada universal a la santidad.