Mayo: san Isidro Labrador
Madrid es una ciudad que, como capital de España desde el siglo XVI, ha sido sede de hechos históricos y cuna de grandes personajes. Sin embargo, su patronazgo no lo ostenta un gran rey, conde o duque, sino que los madrileños se encomiendan a la custodia de dos santos campesinos: Isidro y María.
Isidro nació en el año 1082 en Madrid, que por entonces era territorio musulmán. Por este motivo, huyó de la conquista almorávide estableciéndose en Torrelaguna, donde conoció a María, que pronto sería su esposa y madre de su hijo Illán. Labrador y pocero humilde, Isidro se convirtió así en un sencillo padre de familia entregado al cuidado de los suyos y a la caridad para con su prójimo. Tal vida de simplicidad y santidad fue posible gracias a la inquebrantable fe de su esposa, María Toribia.
Sabemos que Isidro se empeñaba con tesón en sus tareas agrarias desde el amanecer, no sin antes dedicar un rato a la oración. La envidia de algunos de sus compañeros hizo que fuese acusado ante su patrón de negligente. Cuando este fue a revisar la labor de Isidro, contempló a un par de ángeles que guiaban la yunta de bueyes; así, Isidro lograba rezar y completar la labranza sin tardar más que los demás. Además, entre los muchos milagros que se le atribuyen, está el de hacer brotar agua de una roca en una época de dura sequía.
Aunque nos faltan datos biográficos sobre María, sabemos de ella que fue una esposa fiel y madre virtuosa que apoyaba a su esposo en las duras tareas de la agricultura mientras cuidaba de las tareas del hogar.
Una prueba dura para ambos fue el día en que su hijo cayó a un pozo de agua de casi 30 metros de profundidad. Al percatarse, los esposos comenzaron a suplicar a Dios por la salvación del niño, tras lo cual comenzó a subir el agua acumulada en el fondo del pozo. El niño, flotando, llegó a ellos sano y salvo. Este hecho acrecentó la fe de Isidro y María, cuyo amor por la Eucaristía y devoción mariana eran conocidos por sus vecinos y amigos. Admirados por su perfecta unión y caridad, su fama de santidad comenzó pronto gracias a su testimonio de vida como esposos y padres.
Isidro murió el 30 de noviembre de 1172 en Madrid, asistido por su esposa, y fue sepultado en el cementerio de su parroquia, San Andrés. Apenas 40 años después, se descubrió su cuerpo incorrupto, que todavía hoy se conserva en la basílica de San Isidro el Real de Madrid junto con las reliquias de su esposa, santa María de la Cabeza.
El Papa Gregorio XV canonizó a este sencillo agricultor en 1622 junto con otros cuatro grandes santos: Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Felipe Neri y Francisco Javier. Este hecho sucedió poco después de que el rey Felipe III fuese sanado de su enfermedad por intercesión del agricultor. Su esposa María fue inscrita en el santoral en 1697, y el Papa Benedicto XIII la cita en la Bula de canonización de san Isidro considerándola en 1724 digna de veneración a semejanza de su esposo.
Oración
a san Isidro Labrador y santa María de la Cabeza
Padre Creador, Hijo Redentor, Espíritu Santificador, Dios Trino y uno, Tu quisiste que el amor del hombre y de la mujer fueran signo de la alianza que estableciste con tu pueblo; queremos darte gracias por el don de la familia, sacramento de tu amor. Tú nos diste en los esposos San Isidro y Santa María de la Cabeza un ejemplo para vivir la familia como iglesia doméstica, escuela de amor y fidelidad, y taller donde encontrar las herramientas para construir la familias. En Isidro, cristiano de antigua tradición hispana, activo trabajador de nuestros campos, esposo fiel y padre solícito, Tú nos enseñas el valor constante del silencio y de la santidad en la labor cotidiana.
En María, mujer de la sierra castellana, que mantuvo encendida la llama de la fe y supo transmitirla a su hijo, Illán, Tú nos muestras la alegría del hogar y la esperanza en los más jóvenes. Que este santo matrimonio madrileño nos enseñe con su intercesión a descubrir la belleza del matrimonio cristiano, y que por la oración y el sacramento de la Eucaristía nos abra el corazón a los más necesitados. Señor, guárdanos todos los días de nuestra vida, derrama copiosamente tus bendiciones sobre los abuelos e inscribe sus nombres en el Libro de la Vida.
R/ Amén.
Porque en Ti está la vida y la salud del matrimonio y la familia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/ Amén