Octubre: san Richard Gwyn
Como primera vocación, el cristiano está llamado a la santidad, cualquiera que sea su estado de vida: sacerdote, consagrado, laico. Este es el caso de uno de los conocidos como “Cuarenta mártires de Inglaterra y Gales” del siglo XVI: Richard Gwyn, también llamado Richard White.
Richard nació en Montgomeryshire (Gales) en 1537, y aunque no sabemos mucho sobre su infancia y juventud nos consta que fue educado en el protestantismo. Ingresó con 20 años en la Universidad de Oxford, pero se trasladaría a la Universidad de Cambridge donde cursó estudios en el St. John’s College. Poco después, aun no habiendo podido terminar los estudios por causa del arresto de su mentor, que era católico, se desempeñará como maestro en Overton mientras comienza su conversión al catolicismo. De hecho, el pueblo de Gales conservaba el catolicismo, aunque la reina Isabel y sus ministros habían comenzado por entonces intensas campañas de persecución para la imposición del anglicanismo. También por entonces contrae matrimonio con Catherine, con quien tendrá seis hijos, de los cuales sobrevivirán tres.
Al notar su ausencia en los servicios protestantes, su entorno comienza a sospechar y se traslada con su familia a la localidad de Erbistock a pie. A comienzos de 1579 es delatado y denunciado ante las autoridades por ser católico, motivo por el cual le arrestan y confinan a una mazmorra subterránea. En efecto, los maestros de escuela fueron blanco de vigilancia estrecha por parte de las autoridades políticas y obispos, por lo que se conminó a Richard, una vez detenido, a prestar juramento de fidelidad. Al negarse, fue enviado nuevamente a prisión. Meses después se le condujo forzosamente a un templo protestante, encadenado, donde interrumpió los oficios; este hecho le valió una multa correspondiente a una elevada suma de dinero, a la que se sumó otra serie de multas por no haber asistido a servicio protestante en el tiempo que llevaba en prisión. Durante los años de encarcelamiento, escribió poemas religiosos exhortando a permanecer fieles a la Iglesia Católica.
Habiéndole juzgado en dos ocasiones más, le mandaron con otros tres laicos y el sacerdote jesuita John Bennet ante el consejo de las Marcas. Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que revelasen los nombres de otros católicos.
Tras ocho juicios, fue acusado de pertenecer a la Iglesia de Roma y defender la soberanía pontificia, e incluso de buscar que otras personas (que confesarían que habían sido sobornadas para levantar falso testimonio contra él) regresasen a la fe católica. El jurado ni siquiera se presentó en el juicio, pero Richard fue sentenciado a muerte. Según Alban Butler, el juez habría mandado llamar a la esposa de Richard, quien se presentó con su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Recoge el hagiógrafo que ella replicó:
«Si lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo. Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediatamente declararán contra mí».
De hecho, esta aseveración le habría valido unos días de calabozo a Catherine, que luego fue liberada. Se tiene constancia de otros episodios en los que la familia de Richard sufrió con él esta persecución, puesta en peligro constantemente. Finalmente, el galés fue martirizado en Wrexham el 15 de octubre de 1584 perdonando a sus verdugos. Torturado durante horas con una crueldad inaudita, suplicó antes de ser decapitado: «¡Jesús, ten misericordia de mí!».
Richard Gwyn fue beatificado en 1929 y canonizado en 1970 por san Pablo VI.