Enero: beato Nikolaus Groß
Nikolaus Groß (o Nicolás Gross) nació el 30 de septiembre de 1898 en Niederwenigern, cerca de Essen (Alemania), en el seno de una familia obrera y católica. Habiendo estudiado en una escuela católica, desde joven fue adquiriendo un compromiso creciente con la defensa de los derechos de los trabajadores y los valores cristianos mientras se desempeñaba primero como laminador de chapa y más tarde en una mina de carbón hasta 1920. Durante este tiempo, se unió a la Asociación de Trabajadores Mineros Católicos y a la Asociación de Mineros de San Antonio; también ingresa a un sindicato cristiano y participa del partido político Zentrum, convirtiéndose con apenas 22 años en secretario de los jóvenes mineros del sindicato. Compaginó su trabajo con estudios superiores y un año más tarde se convirtió en editor adjunto del periódico sindical Bergknappe ("El Minero").
En 1921 se compromete con Elisabeth Koch, tres años menor que él y procedente también de Niederwenigern. La boda tiene lugar en mayo de 1923, y, tal y como recoge el sitio oficial de la Santa Sede, priorizó a su familia anteponiéndola a la realización profesional y laboral. Fruto del amor de los esposos nacieron siete hijos: Nikolaus Heinrich, Bernhardine Elisabeth, Marianne, Liesel, Alexander, Bernhard y Helene. Consciente de su misión como padre, escribió: "Mi preocupación profunda y constante es que los siete se vuelvan capaces, sinceros y fuertes en la fe". Precisamente la defensa de su familia le motivó a atender a los grandes problemas sociales del momento. En 1943 escribía:
La mayoría de los grandes logros surgen del cumplimiento diario de los deberes en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Y al hacer esto, nuestro amor se dirige siempre de modo especial a los pobres y a los enfermos.
Ya como periodista, Fross trabajó para el periódico católico Westdeutscher Arbeiterzeitung, una publicación comprometida con la doctrina social de la Iglesia vinculada con la Asociación de Mineros de San Antonio. Desde su lugar utilizó su pluma para denunciar las injusticias sociales y, más tarde, la ideología del régimen nazi, que criticaba abiertamente como incompatible con los principios cristianos. Se convertirá en poco tiempo en el redactor jefe del diario y, afincada la familia en la ciudad de Colonia a partir de 1929, no duda en denunciar el peligro del nazismo para el país:
Como trabajadores católicos rechazamos el nazismo no sólo por razones políticas y económicas, sino también decididamente, resuelta y claramente, por nuestra actitud religiosa y cultural.
En efecto, para el futuro beato los desafíos políticos conllevaban una exigencia moral irresoluble sin una respuesta espiritual.
Con la llegada al poder del partido de Hitler, el diario fue calificado por el líder del Frente Obrero Alemán como “hostil al Estado”, y aunque Gross intentaría mantenerlo modificando su nombre fue finalmente prohibido en 1938. El valiente laico continuó trabajando de forma clandestina y, con el estallido de la II Guerra Mundial, no se amedrentó, sino que decidida y valientemente se mostró como opositor al régimen al colaborar con grupos de resistencia. Movido por las palabras de la Escritura, «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29), soportó interrogatorios y registros en el propio hogar familiar. De hecho, ante la preocupación de un sacerdote amigo sobre su familia, Nikolaus respondió: “Si no arriesgamos nuestra vida hoy, ¿cómo queremos justificarnos un día ante Dios y nuestro pueblo?". En 1943, Gross escribiría:
A veces, mi corazón se vuelve pesado y la tarea parece insuperable si comparo mi propia imperfección e incompetencia humanas con la grandeza de la obligación y el peso de la responsabilidad. Si una generación debe pagar el precio más alto, la muerte, por su corta vida, buscamos inútilmente la respuesta en nosotros mismos. La encontramos sólo en Aquel que con su mano nos protege en la vida y en la muerte. Nunca sabemos qué problemas nos esperan para poner a prueba el poder y la fuerza de nuestras almas... Los caminos del hombre se despliegan en la oscuridad. Pero incluso la oscuridad no está sin luz. La esperanza y la fe, que siempre nos preceden, a través de la oscuridad hacen ya presagiar el alba. Si sabemos que lo mejor en nosotros, el alma, es inmortal, entonces también sabemos que nos volveremos a encontrar de nuevo.
Este impresionante sentido de la responsabilidad basado en la realidad que le rodeaba hizo que el fundamento de su fe no vacilase, resistiendo ante el régimen. Por este motivo, el alemán fue arrestado en su casa por la Gestapo, la Policía secreta oficial de la Alemania nazi, el 12 de agosto de 1944. Encarcelado y sometido a torturas, primero en la prisión de Ravensbrück y después en la penitenciaría de Berlín-Tegel, fue visitado por su esposa Elisabeth, que viajó en dos ocasiones a Berlín. Desde la cárcel escribía a su mujer y a sus hijos, por los que rezaba cada día y a los que pedía oración para soportar la difícil prueba. Habiendo padecido vejatorias y dolorosas torturas, finalmente fue sentenciado a muerte el 15 de enero de 1945, sin renegar en ningún momento de la fe. Fue ahorcado en Plötzensee, Berlín, el 23 de enero, tras recibir la bendición del capellán, que testimoniaría después la actitud de humildad y esperanza de Gross, cuyo rostro “ya parecía ilumnado por la gloria en la que se disponía a entrar”. Las autoridades se aseguraron de tratar de ahogar su memoria negándose a darle sepultura; fue incinerado y sus cenizas se arrojaron a una planta de tratamiento de aguas residuales.
San Juan Pablo II lo proclamó mártir “in odium fidei” (por odio a la fe) a la fe el 7 de octubre de 2001, resaltando su entrega total en defensa de la fe y la dignidad humana durante la ceremonia de beatificación.