Prof. Simone Rosati analiza en TRECE las causas antropológicas del invierno demográfico
Según varias encuestas recientes (The Family Watch, SIGMA), alrededor de dos tercios de la juventud española (entre 18 y 44 años) descarta tener hijos en los próximos años. De hecho, en la franja de edad que comprende los 30-44 años, apenas el 30% se lo plantea. Este dato confirma la tendencia a la baja natalidad de nuestro país y el fenómeno denominado “invierno demográfico” que viene provocado por diversos factores y genera ya en la actualidad graves desequilibrios sociales y económicos.
Sin embargo, los factores no se restringen únicamente a este ámbito. Invitado a participar en el programa “Ecclesia al Dia” de TRECE, la cadena televisiva del grupo Ábside Media al amparo de la Conferencia Episcopal Española, el profesor Simone Rosati, docente en nuestra sección extraurbana de Madrid del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, ofreció una lectura antropológica de los datos numéricos, incidiendo en el cambio de paradigma que subyace a esta tendencia y partiendo de la persona. En efecto, más allá de la inestabilidad laboral, los problemas de acceso a la vivienda, la tensión política o las dificultades en la conciliación, existe una profunda mutación antropológica que afecta a la Europa de las últimas décadas: “el culto al individuo, el culto a sí mismo, se ha convertido en un valor absoluto. Si antes tener hijos se percibía como un deber, una responsabilidad hacia la comunidad, ahora la única referencia moral es la satisfacción de las propias necesidades, deseos e instintos”.
Recogiendo el término del profesor Orsina del hombre de hoy como “narcisista”, Rosati explica que eliminar la alteridad implica no pensar en “un proyecto duradero y cargado de responsabilidades hacia el futuro como es tener hijos”, ya que “al hombre narcisista le interesan las relaciones efímeras que confirman su ego”, lejos de la dinámica de familia que supone subordinar los propios intereses a los demás: “En el pasado, los hijos eran el vínculo entre pasado y futuro; un recurso para preservar el legado de los antepasados y proyectarlo en el futuro”. Para entender este cambio de paradigma en el modo de entender la vida y las relaciones familiares, el profesor de Historia de la Familia se apoya en el ejemplo de la casa: si antiguamente era un bien indisponible y símbolo de la identidad de la familia que se transmitía de generación en generación, hoy es apenas una “pila anónima de ladrillos” que, como bien de intercambio, ni siquiera es accesible a todos.
En la sociedad individualista, en efecto, parece que no tiene sentido casarse y tener hijos: “la disminución de los matrimonios ha restringido el número de los potenciales padres”, ha afirmado el profesor. “Y otra tendencia individualista producto de esta mentalidad es el cambio en la composición de las familias. Los solteros son ahora el modelo predominante; de hecho, han superado a las parejas con hijos”. Citando a mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y Gran Canciller del Pontificio Instituto Juan Pablo II, ha hablado del “colapso del nosotros” y la pulverización de la idea de comunidad, fundamentalmente la familia.
Esta peligrosa idea, contraria a la naturaleza humana cuya identidad se funda en la relación, puede ser combatida mediante el mensaje positivo que ofrece al final: “la familia es el futuro. Es en la familia donde una sociedad, un pueblo, encuentra su continuación natural a través del nacimiento de los hijos. Debemos volver a empezar desde las familias”. A la luz del año jubilar, Rosati ha recordado que la familia es esperanza de futuro y ha de ser situada nuevamente en el centro.