Benedicto XVI, in memoriam: su amor por el matrimonio y la familia
El pasado 31 de diciembre, fecha del fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI, ofrecíamos la traducción de las declaraciones del Preside del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II en la sección central de Roma, junto con las sentidas palabras del Vice-Preside de nuestra sección en Madrid (ambas se pueden encontrar en este enlace). Por su parte, el Administrador General del Instituto y Presidente de la UCAM, D. José Luis Mendoza, ha trasladado al Papa Francisco el pésame de toda la comunidad educativa, rogando “a Nuestro Señor y a la Santísima Virgen María que lo acoja en su infinita misericordia y goce de la compañía de los Ángeles y los Santos”.
En una ceremonia sencilla y cargada de emoción, la Iglesia y el mundo despedían esta mañana con dolor y con agradecimiento al Papa que sucedió al gran Juan Pablo II hasta su renuncia en 2013, y que desde entonces ha servido a la Iglesia en el silencio de la oración. Durante la Misa exequial que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro en Roma, el Papa Francisco recogió el sentir del “Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años”, manifestó el Pontífice, que finalizó la preciosa homilía con estas palabras dirigidas a su predecesor: “Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz.”
Durante su ministerio, Joseph Ratzinger tuvo muy presente la realidad, desafíos y sufrimientos a los que se enfrentan muchos matrimonios, impulsando el papel central de la familia para la vida de la Iglesia y de la sociedad. Presente en tres Encuentros Mundiales de las Familias (España en 2006, México en 2009 e Italia en 2012), su sabio magisterio ha enriquecido enormemente la respuesta de la Iglesia a los retos de muchas realidades familiares concretas.
Así manifestaba Benedicto XVI la belleza de esta institución en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia el 13 de mayo de 2006:
La familia, fundada en el matrimonio, constituye un "patrimonio de la humanidad", una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes. Es una realidad por la que todos los Estados deben tener la máxima consideración, pues, como solía repetir Juan Pablo II, "el futuro de la humanidad se fragua en la familia" (Familiaris consortio, 86). Además, según la visión cristiana, el matrimonio, elevado por Cristo a la altísima dignidad de sacramento, confiere mayor esplendor y profundidad al vínculo conyugal, y compromete con mayor fuerza a los esposos que, bendecidos por el Señor de la alianza, se prometen fidelidad hasta la muerte en el amor abierto a la vida.
Habiendo acaecido ya su tránsito hacia el Padre, no podemos dejar de recordar también su propio testimonio de vida familiar, que compartió durante el Encuentro Mundial de las Familias en Milán durante los primeros días de junio de 2012:
Éramos un solo corazón y un alma sola, con tantas experiencias comunes, incluso en tiempos muy difíciles, porque eran los años de la guerra, antes de la dictadura, y después de la pobreza. Pero este amor recíproco que había entre nosotros, esta alegría aun por cosas simples era grande y así se podían superar y soportar también las dificultades. Me parece que esto es muy importante: que también las pequeñas cosas hayan dado alegría, porque así se expresaba el corazón del otro. De este modo, hemos crecido en la certeza de que es bueno ser hombre, porque veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en los padres y en los hermanos. Y, a decir verdad, cuando trato de imaginar un poco cómo será en el Paraíso, se me parece siempre al tiempo de mi juventud, de mi infancia. Así, en este contexto de confianza, de alegría y de amor, éramos felices, y pienso que en el Paraíso debería ser similar a como era en mi juventud. En este sentido, espero ir «a casa», yendo hacia la «otra parte del mundo»
La familia de Joseph Ratzinger en 1951. De izquierda a derecha: su hermana Maria, su hermano y también sacerdote Georg, su madre Maria, el futuro Papa y su padre, Joseph.
Fuente: Alfa y Omega.
A lo largo de sus casi 8 años de pontificado, Benedicto XVI ha proclamado con valentía en sus numerosos discursos, homilías y mensajes la verdad del amor de Dios y del sacramento del amor entre hombre y mujer como íntima comunión de vida en su dimensión relacional, filial y comunitaria, llamados a reflejar la luz de Cristo a través del matrimonio. Su pasión por la Verdad, junto a una fe firme, le confirieron la fuerza para expresar la urgencia de promover la antropología cristiana para el reconocimiento de la dignidad y el valor intrínsecos de cada vida. Consciente de la coyuntura que atraviesa en nuestros días esta realidad, en su última celebración de la Sagrada Familia como pontífice, en la oración del Ángelus del 30 de diciembre de 2012, Benedicto afirmó:
Hoy, por lo tanto, es necesaria una oración especial por todas las familias del mundo. Imitando a la Sagrada Familia de Nazaret, los padres se han de preocupar seriamente por el crecimiento y la educación de los propios hijos, para que maduren como hombres responsables y ciudadanos honestos, sin olvidar nunca que la fe es un don precioso que se debe alimentar en los hijos también con el ejemplo personal. Al mismo tiempo, oremos para que cada niño sea acogido como don de Dios y sostenido por el amor del padre y de la madre, para poder crecer como el Señor Jesús «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Que el amor, la fidelidad y la dedicación de María y José sean ejemplo para todos los esposos cristianos, que no son los amigos o los dueños de la vida de sus hijos, sino los custodios de este don incomparable de Dios.
Con el adiós al Papa Benedicto XVI esta mañana, los católicos se unen en el agradecimiento por su vida y su incansable labor al servicio de la Iglesia, y las familias de todo el mundo ganan un intercesor en el Cielo.
Descanse en Paz.