“Tiempo de calidad”, por Mar Dorrio

¿Es cierto que solo el "tiempo de calidad" es suficiente? ¿Es igual de efectivo a los 7 años que a los 15? El tiempo es un tesoro que todos poseemos, pero está oculto como un jarabe en un frasco opaco, sin que sepamos cuánto queda. Por eso, siempre anhelamos aprovecharlo al máximo, especialmente a medida que envejecemos.

Existe un tiempo que sabemos que es vital y agotador: el tiempo que dedicamos a nuestros hijos. En los años 90 y principios de los 2000, nos tranquilizamos con el concepto de "tiempo de calidad": podía ser breve, siempre y cuando estuviéramos completamente presentes para ellos durante ese período. Sin embargo, como cualquier teoría de educación, tiene su contrapartida. Una abuela famosa en una serie de televisión decía: "Quiero estar las 24 horas en casa, para no perderme los 12 minutos importantes".

¿Cuál es la respuesta correcta? En realidad, ambas teorías tienen su lugar. Debemos reconocer que cuidar cansa, más que una clase de running. Darse por completo a los demás consume nuestra energía. Es fundamental no sentirse culpable cuando necesitemos un momento de pausa, un paseo, tiempo para leer o simplemente un momento para nosotros mismos, sin preocuparnos constantemente por los demás. Necesitamos tiempo donde la única obligación sea respirar.

Al darles a estos momentos la importancia que merecen y cuidar de nuestro bienestar, descubriremos que cuando los niños son pequeños, el tiempo de calidad puede ser suficiente. En dos horas podemos escucharlos, abrazarlos, hacerlos sonreír y llenar su dosis de amor recomendada.

Sin embargo, a medida que crecen, todo se complica, ya que son ellos quienes deciden cuándo será el "tiempo de calidad". Suelen ser espontáneos y no se pueden planificar. Durante esta etapa, a pesar de su autonomía, nos necesitan más de lo que imaginan. Cuando llega este momento, nuestra estrategia debe ser estar cerca, hacerles saber que estamos disponibles y estar preparados. El "tiempo de calidad" puede convertirse en la madrugada, como cuando vuelven a casa un sábado por la noche. A pesar de no ser el momento ideal para nosotros, puede serlo para ellos. En medio de la noche, un simple momento puede convertirse en una conversación profunda donde compartan sus logros, temores, heridas y sueños. Debemos aprovechar estas oportunidades para guiarlos, ya que nunca sabemos cuándo será la próxima.

A medida que los hijos continúan creciendo, el tiempo se transforma. Desde los primeros baños hasta las despedidas cuando abandonan el hogar, el tiempo sigue su curso. Cuando finalmente experimentamos el silencio del nido vacío, debemos encontrar nuevas formas de mantenernos presentes en sus vidas. El tiempo que pasamos con nuestros hijos debe evolucionar junto con ellos y con nuestros propios cambios.

¿Cómo sabemos si lo estamos haciendo bien? Podemos buscar orientación en Ella, en la Virgen María, la mejor ingeniera de comunicaciones. A su lado, podemos encontrar la mejor forma de estar presentes en la vida de nuestros hijos. Recordemos que el tiempo es un tesoro limitado que no podemos ver. Es mejor expresar un "te quiero" de más, incluso si parece redundante o empalagoso, que dejar que falte. ¿Aprovechamos al máximo este valioso tesoro del tiempo con nuestros hijos?

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